Doble
maldición
No sabe cómo despedirse, ¿de
acuerdo? Nunca quiso que Shifty tomara de él hasta la última gota
de dignidad, convirtiéndose en algo que desprestigia la palabra
"hermano". Sin embargo, separarse de él es como mutilarse
la carne y vaya que Lifty sabe de lo que habla consigo mismo, por
primera vez sin compartir nada de lo que le ronda la cabeza. El hecho
de que sus súplicas no fueran atendidas, sino motivo de burla y
obviedades para el mayor, ha terminado de convencerlo.
Agarra el sombrero dejando la
bufanda, su marca de gemelo. Es otoño de todos modos. Pronto Shifty
podrá usarla. Quizás piense en él y lo anhele de una forma que no
sea carnal, ¿eh? Pero quizás, para variar, se hace ilusiones.
—Lo único que vas a extrañar
es mi agujero para eyacular, ¿verdad? Mejor págate una
puta.—replica en voz baja con desdén y los ojos húmedos, tirando
sobre Shifty, que ronca despreocupadamente, los billetes que tardó
media hora en sacarse, dolorosamente.
—Págame lo que me quitaste.
Shifty se rió de él. De
nuevo.
—¿Qué dices que te falta?
¿No crees que te he compensado más que suficiente esta noche?
Dejó escapar el humo del
cigarrillo. Lifty se indignó, mostrando los colmillos, visiblemente
alterado y a su ver, con toda la razón.
—Te dejé hacer lo que
quisiste. Como mínimo dame lo que me corresponde.
Shifty siguió riéndose pero
combinó su burla con el movimiento de ponerse en pie, sacudiéndose
los pantalones tras volver a subirse la cremayera y meterse las manos
en los bolsillos del traje arrugado.
(Shifty tenía un aire de
estafador de negocios. Lifty usaba ropa deportiva, a menos que Shifty
le dijera cómo vestirse para determinada ocasión)
—Bien. ¿Sabes qué he
notado,Lif? Mi hermanito está creciendo. Quizás sea hora de que
escuche esos ataques que se le dan, igual que en el día rojo de una
mujer histérica.
A Lifty se le cerró la
garganta. Shifty había cambiado su semblante y le costaba leerlo,
meterse en sus pensamientos, comulgar con ellos y saber a qué
atenerse.
—¿Qué no haría por amor?
Lifty iba a decir algo, entre
irritado y nervioso, cuando se encontró con el puño de Shifty,
encajándose en su estómago, arrancándole un buche de sangre y
rompiéndole más de una costilla.Cayó hacia atrás, impulsado por
el dolor, escuchando las inmediatas risas que llenaron el ambiente.
En menos de un segundo (si es que transcurrió algo en absoluto) tuvo
a Shifty sobre él, obligándolo a darse vuelta y deshaciéndole el
torpe nudo que se hizo en la cintura con las sábanas para cubrirse
los genitales.
Lifty estuvo a punto de
atreverse a pegarle un fuerte codazo en las costillas pero por
desgracia lo pensó y la oportunidad se desvaneció. Shifty, siempre
más fuerte, le esposó una mano al soporte de metal de la litera
rota, en la que dormía Lifty sobre el suelo, ampliada por un colchón
matrimonial.
—¿Quieres que te dé tu
parte restante, hermanito? Solo tenías que pedírmelo. Iba a
comprarte algo lindo pero supongo que puedo regalarte otra cosa.
Lifty estuvo a punto de
maldecir cuando tuvo nuevos motivos para su incomodidad. Dolor. Y
humillación. Shifty se carcajeó con malignidad: se había sacado
del bolsillo del pantalón un grueso fajo de billetes, enrollado y lo
presionaba con firmeza pero sin prisa contra la entrada de Lifty, que
jadeaba, sonrojado y lloroso, con el papel empezando a cortarlo para
abrirse paso a su vergonzoso
interior.
Cuando sus músculos
lastimados terminaron de ajustarse a esa enorme y repugnante forma
dentro suyo, Lifty tenía los ojos desorbitados y gemía. El desgarre
era doloroso pero no se comparaba a la consciencia de saber que su
hermano había llegado a esos extremos.
Shifty siguió carcajeándose,
poniéndolo boca arriba otra vez. Lifty no pudo ni rogar. Se preguntó
vagamente qué pretendía Shifty al desabrocharse los pantalones de
nuevo, sacándose el miembro y poniéndose de pie en el colchón, con
los tobillos entre las axilas de su hermano menor. ¿Dejarlo de esa
manera hasta que aceptara...? (esa forma de sus experiencias forzadas
le causaba repelencia particular. Lifty gustaba de las cosas dulces y
aquel sabor le resultaba repulsivo, por no hablar del acto en sí.
Shifty lo convenció solo luego de molerlo a golpes y maniatarlo con
esposas robadas o su propia corbata, también después de drogarlo u
obligarlo a beber hasta quedar como una cuba. Tenía un arnés
doloroso, que le cortaba el mentón y los labios, fruto amargo de una
captura; y que hacía especialmente espantosa esa práctica, que no
implicaba solo el desarme de los puñetazos y patadas, sino la
mutilación que de otro modo, se quedaba en amenaza, que no fuera
porque Shifty estaba de humor y sed de sangre, cabreado tal vez con
el flipado oso verde)
—Y Lif, toma esto, cortesía
de la casa porque eres mi único hermano.
Un largo chorro de pis cayó
sobre el torso de Lifty, para subir juguetonamente hasta su cara
horrorizada y pronto asqueada, al salir su dueño del estupor.
—Es lógico que los hombres
marquemos nuestro territorio, ¿no crees?
Pero Lif casi no lo escuchaba
ni lo veía levantar el índice de su otra mano con burlona
didáctica, como si estuviera explicando algo para principiantes, tal
y como sería desarmar las bisagras de una puerta o meter un alambre
doblado para abrir una cerradura ajena. Con ese mismo tono le enseñó
el oficio a Liftty, cuando regresó por él al orfanato. Menos de un
mes separados había quemado a Lifty de tal forma que estaba a punto
de cambiarse el nombre y hacerse pasar por su hermano, actuando
presuntuosamente, en un esfuerzo de mantenerlo cerca. Dentro. De otro
modo.
—Disfrútalo, Lif. Si yo sé
que te encanta. Tenemos la misma sangre. Considera que te lo has
ganado.
La última parte de la carga
dio contra el cabello y los ojos cerrados de Lifty, que solo cuando
el ultraje terminó, se dio cuenta de que podía enterrar la cara en
las sábanas sucias de orina, sudor y lágrimas.
Hasta ahí llegó. En ese
momento no pudo articular idea alguna, ni hablar o insultar y
mientras que Shifty volvía a arrojarse a su cama, tarareando una de
las melodías tocadas en el casino, bostezando y quedándose dormido
de inmediato, como si casi nada hubiera pasado.
Lifty pasó alrededor de una
hora con los ojos cerrados, apestando y llorando hasta que se le
acabó la sal. Esta pasó a quemarlo en el pecho con furia. Con los
últimos resquicios de amor propio que le quedaban, se mordió la
lengua, ahogando un alarido y quebrándose la muñeca para sacarla de
las esposas. Empezó a trazar el plan atolondradamente. Se arrojó a
la ducha para lavarse rápido con agua fría y se quitó el fajo de
billetes ensangrentados con cuidado de que no se mojara, una vez
afuera. Se vendó la mano, esperando a que se regenerara al día
siguiente. Estuviera donde estuviera.
Afuera, la constelación Géminis
parece la más brillante, casi la única visible en el cielo y en
tanto empieza a hacerse paso por la maleza del bosque, Lifty recuerda
lo que Shif le dijo cinco años antes, cuando volvió por él, tal y
como prometió.
Vamos, mano. Necesito a
alguien inteligente conmigo. ¡Si sabes que no puedo ni sumar!
Estaremos ahogados en verde. Te lo prometo. Somos hermanos, ¿no?
Además, tengo que cuidarte...
(alguien inteligente no lloraría
al abandonar el motivo de tantas penurias, sangrando y aún oliendo a
los líquidos de la única familia que aparentemente tiene, se repite
Lifty con amargura, ajustando el nudo de la bolsa repleta de
billetes, en la que solo se diferencia del preciado verde, una foto
de los dos, pobres y aún fieles el uno al otro, en un marco de oro,
quizás más valioso a ojos de Shift que ese vínculo que solían
tener y que sin duda se echó a perder)
1 comentario:
Esta historia es muy turbia ojala que lifty alla escapado
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