2.Let
me give you the reason to fuck me up. Tabla
Mindless.
Doble
maldición
Estaba en la naturaleza de un
mapache el robar y huír pero no entre familia. Al menos eso creía
Lifty. Sin embargo, su propio hermano lo había desmentido en
numerosas ocasiones.
—¡Qué botín!—exclamó Shifty,
descorchando una botella de champagne que se contaba entre las
ganancias del día, tras un asalto exitoso a una despensa repleta de
existencias para ricachones obesos. Licores de buena calidad era
principalmente lo que Lifty había cargado con cuidado hasta la
furgoneta verde que utilizaron para el trabajo.
Aún le dolía el labio debido a
una bofetada que Shifty le soltó sin hacerse esperar, cuando se le
cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos, un brandy napoleónico
añejado de mil dólares, al menos. Había sido su culpa por
distraerse mientras que susurraban entre risas sofocadas sobre lo que
harían con tanto dinero, si no se lo bebían. Pero no dejaba de ser
excesivo y humillante. Sobre todo por lo frecuente que ese (mal)trato
se había vuelto.
—Lo sé. Ahora podemos quedarnos
en casa una buena temporada, ¿eh? Quizás, si invertimos una parte
de lo ganado en algo que atraiga muchos pichones, tendremos para toda
la maldita vida.
Lifty observó su parte metálica
sacada de la caja registradora y ahorros, separada de la de Shifty,
comenzando a contarla a su vez, haciendo planificaciones mentales,
tachando opciones y resaltando otras de buena gana. Aquello lo
entusiasmaba. Todo lo que tenía que ver con el verde, en realidad y
cómo hacer que creciera, robando o no. Sabía reconocer los
problemas de una profesión como la de redistribuidores de la riqueza
y existían otros negocios más o menos limpios que nadie
sabía/quería hacer o bien que algunos ingenuos no hubieran
descubierto hasta entonces, porque esperaban ni más ni menos que su
luz para mostrarse. Y la de su hermano. Lifty no se imaginaba
haciendo casi nada sin él. Shifty, por otro lado...
—¡No jodas, carnerito! Esto hay
que quemarlo en seguida, mientras que todavía está caliente. La
vida es corta. Ya habrá otros trabajitos mejores.
Le costaba no aceptar lo que
Shifty decía. Siempre rebosaba seguridad al expresarse y palmeaba su
hombro, sonriendo, convencido de lo que le saliera de los labios
partidos, humedecidos entre carcajadas roncas. Por muy absurdo que
fuera, Lifty le creía. Y...la mayor parte del tiempo, cuando no los
masacraban, el curro daba oro. Hasta la masacre, cuando menos. Luego,
presiona "Reiniciar": pobres ladrones de nuevo, abandonados
a la ingrata mano de Dios y dispuestos a robarle hasta el último
céntimo al desgraciado.
—Bien...supongo que una puta
parte puede quemarse. Pero lo otro hay que invertirlo, mano. Y luego
nadar en los frutos.
—Sabía que cuando estábamos en
la matriz materna te contagié con mi genialidad, de tan cerca que
teníamos las cabezas.
Shifty lo abrazó y tomó por la
cintura, enterrándole la cara en el cuello. Ambos rieron y fueron
juntos al sitio de las apuestas clandestinas, con más intenciones de
vaciarse los bolsillos del metal, haciéndose quizás de las joyas de
algunas damas, dándose una merecida recompensa, que de aumentar las
ganancias de la noche. Regresaron más ebrios de éxtasis,
perseguidos por otros maleantes menos astutos, que del licor que
vendieron a buen postor allí. De todos modos, quedó suficiente como
para que Shifty elogiara la sagacidad de Lifty al hacer nuevas
cuentas, poniéndose como una cuba, con problemas para pararse,
tropezando con botellas vacías y en seguida ordenando a su hermano
menor que lo ayudara a acostarse.
Este también tenía un par de
copas encima y como no acostumbraba beber, las mismas le dieron su
dosis de coraje tras la tercera suma y resta de la noche.
—De mi parte falta más de lo
que yo tomé. ¿Tienes idea de por qué, Shif?—susurró entrecerrando
los ojos al caer juntos al colchón en el suelo, Shifty acariciándole
los cabellos y la espina, Lifty intentando obviar los escalofríos y
mantener la calma.
—Te pagaré ahora.—aseguró
Shifty, desabrochándose los botones faltantes de la camisa y
volviendo a empujar a Lifty al terminar su breve empresa, ni bien
este intentara incorporarse durante la ausencia de su presión contra
la cama.
La sangre de Lifty corrió más
rápido, a medida que las manos de Shifty le redescubrieron el
cuerpo, pronto desnudo también, botones y cierres abriéndose bajo
los dedos hábiles del ladrón mayor. Intentó decirlo riendo para
restarle importancia y sobra agregar que hubiera querido no sonar
como una niña débil al hacerlo.
—Hermano...esto...—no sabe cómo
empezar. Los hermanos Raccoon no hablan de qué es correcto, pero eso
sin duda debería estar dentro (o fuera) de los límites
de...algo...que una familia tiene. O no tiene. Ni debe tener.
La verga dura entre las manos
del otro, por ejemplo.
No es que él quiera, desde
luego. Es solo que son jóvenes y Shifty es el que empezó con eso
hace ya más tiempo del que puede situar.
—No es más que echarse una
manito, anda, no seas quisquilloso.—se ríe y jadea Shifty sobre él,
deslizando una rodilla entre sus piernas desnudas, temblorosas, hasta
que el miembro que le sobresale duro de los calzoncillos le provoca a
Lifty hundirle las uñas en la espalda, con una mezcla de llanto y
gemido humillado en la garganta. Algunas lágrimas se le escapan con
el sudor y Shifty lo besa, enternecido.
Ya hace lo suyo que no es solo
echar una manito. Así empezó todo, pues. Una manito rápida, los
primeros rastros de alcohol embebiendo el aliento de Shifty,
preadolescente. La única manito echada se entrelazaba con la suya,
mientras que la otra fallaba al intentar apartar al hermano mayor. Y
cualquiera con sentido común se preguntaría: ¿Por qué no buscar
una mujer, si ese era el problema al que achacaba sus necesidades
primero, Shifty? No cuesta tanto. A Lifty no le interesa para él,
pero ha averiguado.
—¿Para qué? Si tú me das
todo, ¿o no?—Shifty, bajando los labios hacia su ingle, respirando
juguetonamente antes de atacar a lenguetazos.
—¿Y si yo ya no
quisiera...?—antes de terminar su queja y súplica con una pregunta
hipotética que es más amago vano de amenaza, tiene la pistola que
Shifty birló al dueño de la licorería con la punta estacionada
firmemente en la frente. Shifty ríe a carcajadas, agarrándose el
pene erecto entre las manos, haciéndole gemir.—Hermano...
Shifty se arranca el antifaz y
procede a hacer lo mismo con él. Como rearmando un espejo lleno de
imperfecciones incestuosas. Pronto le apoya entre risotadas el arma
en los labios y se empuja, lastimándolo, tirándole del cabello y
enterrándolo contra el colchón.
—Eres tan gracioso...hermano.—se
sonríe taimado, dentro suyo de inmediato, soltando la pistola solo
para colocarle las piernas alrededor de la cintura.
Lifty suspira, jadea, maldice
apretando hasta la sangre las sábanas. El sudor lo empapa cuando las
embestidas alcanzan clímax. El de Shifty, por supuesto, que cae
sobre él, satisfecho al fin, una masa de carne rosada jadeante,
pronto al lado de Lifty, húmedo y caliente, apretándolo contra su
pecho, como sin darse cuenta de que su hermano menor se estremece,
llorando silenciosamente y aceptando esa cercanía con la certeza de
que es la única que va a recibir jamás. En tanto lo permita, desde
luego.
[Parte 2]
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