Yéndose
Siempre
vuelven, es verdad. Regresan de la muerte y es como si las terribles
escenas hubieran sido omitidas de la memoria de todos los otros
habitantes del valle.
Menos
ella. Flaky recuerda, claro que sí. Que todo allí parece querer -y
enfecto puede- matarte.
Y no
importa cuántas veces la preciosa vida les sea reintegrada: es
doloroso irse, sumergiéndose en rojo y después en negro. Como si
cada vez fuese también la última.
Por
eso pelea hasta el final, presa del miedo. Incluso contra...
—Ya
no podemos vivir juntos.
Flippy
abre la boca horrorizado y dolido. Ella lo esperó tanto
tiempo...¿solo para romperle el corazón en la cara?
Es
cruel pero Flaky no puede correr ese riesgo ya más.
—Hay
algo d-dentro de t-ti, Flip. Te quiero pero no puedo esperar a que...
Él
se pone en pie, alargando los brazos hacia ella, que está haciendo
la maleta y se sobresalta, creyendo ver el brillo asesino en sus
pupilas húmedas. Desde que le dio esa barbaica muestra de lo que la
guerra le hizo, no se siente cómoda en su presencia y cree que nunca
será de esa forma otra vez. Si bien él nunca la asesinó, le ha
hecho bastante daño. Suficiente como para justificarse: la usó de
bate para matar a Cuddles.
La asfixió hasta que perdió el
conocimiento...la violó después de causarle quemaduras de tercer
grado al colocarla sobre una hoguera.
¿Puedes
tener una relación con alguien que ha hecho esas cosas, siquiera sin
querer, por tener un otro yo dentro, igual que un demonio? Lumpy era
tonto, simplemente. Ya tenía que cuidarse mucho en su presencia.
Mole estaba ciego, el pobre, aunque siempre deseoso de ayudar. Y
Splendid...bueno, a él era mejor perderlo que encontrarlo y morir
rápido antes de que te salvara, arriesgándote más y alargando el
doloroso proceso. Pero tampoco estaba demente. Quizás su ego lo
enloquecía un tanto p-pero...
Flaky
encontraba excusas con frecuencia para justificar a sus amigos. Más
tratándose de su novio, que dormía a su lado por las noches, se dio
el lujo de ser más severa.
—Son
tus ropas en vez de las mías.—le señala Flippy, con los ojos muy
abiertos, sin sujetarle la maleta pero apuntándola, como si aún no
creyera lo que vé. Hasta Flaky desearía despertar y abrazarlo,
jurarle que es mentira y que suceda lo que suceda, están en poder de
afrontarlo.
Pero
eso es algo que no puede regresar a sus venas como la sangre. La
confianza no es igual que la carne mágica en un valle en efecto
también mágico, si bien solo Flaky puede saberlo a ciencia cierta.
(que
nadie sepa decirle qué sucede después de que cronológicamente se
sitúan las muertes, que se queden pensativos y en blanco, es la
espantosa prueba)
—Bueno,
esta es tu casa, ¿no? Y-yo so-solo estaba cuidándola hasta que...en
fin. Me quedaré con Sniffles, por si necesitas algo.
Las
manos de Flippy se crispan un instante, no poniéndose en modo
homicida, sino como si acabaran de encestarle un golpe o mejor dicho,
una puñalada en el vientre (tal vez más arriba) y ella se apresura
a agregar:
—¡No
es lo q-que crees! Él tiene ese enorme laboratorio que necesita
limpiar a diario, ni bien termina de practicar sus experimentos. Será
so-solo hasta que encuentre un lu-lugar pa-para mí sola.
(sería
más fácil si lo fuera pero Flippy es el héroe al que esperó y
también la peor de las amenazas a sortear, sobre todo porque Flaky
ya ha superado de a poco el aire fatal con el que aceptó su destino
antes, muriendo por su propia mano para sobrellevar el abuso y la
pérdida que sabía inminente)
—Hay
mucha comida en el refrigerador. No tendrás que cocinar en varios
días y le he pedido a Lammy que venga a echarte una mano por
entonces, si es preciso.
Flippy
no dice nada. Se queda allí, delgado y desgarbado, precisando de un
abrazo más que de algo que pueda consumirse en su sistema digestivo.
Pero
Flaky ya ha tomado la decisión. Las lágrimas también le colman los
ojos cuando se dirige a la puerta, toda estremecida, convencida de
que él se flipeará y la tomará de la blusa para rompérsela,
hundiéndole el cuchillo tantas veces como en sentido figurado ella
lo ha hecho. De un modo más doloroso, sin duda.
No sucede. Es más fácil de lo que pensó o lo sería si ni bien se cierra el portal a sus espaldas, no se quedara de pie allí largo rato, como si algo muy importante le hubiera fallado en el guión elaborado.
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